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Hector Ayala

Un Mensaje de Nuestro Presidente

Un Camino Al Bienestar

Vivir en un área económicamente deprimida es uno de los determinantes sociales más importantes de la salud y de la salud conductual. Los efectos de la pobreza son muy diversos y podrían extenderse a lo largo de la vida, convirtiéndose en patrones generacionales de deficiencias y dificultades.   En gran medida, la pobreza en la infancia, y los episodios prolongados en la adultez, se asocian con un bajo rendimiento escolar, habilidades cognitivas limitadas, desafíos conductuales, búsqueda negativa de atención, altas tasas de delincuencia, abuso de sustancias/sobredosis de drogas, trastornos depresivos y de ansiedad, y tasas más altas de casi todos los trastornos psiquiátricos en la edad adulta, incluidas las formas de angustia, esquizofrenia y suicidio. La desigualdad económica no es monolítica, sino que interactúa en múltiples niveles, incluidos los individuos, las familias y las comunidades locales.

Además, la pobreza concentrada en zonas geográficas urbanas, es particularmente tóxica para el bienestar emocional del individuo. Signos de trastornos sociales, conductuales y físicos a menudo caracterizan a barrios marginados, que causan estrés, debilita lazos sociales que promueven la salud y afecta la salud mental de las personas que viven allí. La privación sistémica en los vecindarios se ha asociado con muchos de los mismos resultados que la pobreza ejerce sobre la salud conductual, por ejemplo, la calidad de los servicios provistos localmente y de las escuelas, hacinamiento físico, aislamiento social, una baja colectiva y de habilidades de socialización de los adultos, redes sociales inadecuadas, la exposición al delito y actos violentos, y miedo general por la falta de seguridad. Trastornos de conducta colectivos engendran a su vez una depravación concentrada del vecindario, y viceversa.

 

El LBHC lidera con su ejemplo, abogando por la creación de cambios sociales y conductuales, más allá de simplemente «alertar y alentar» a los funcionarios electos, proveedores y la ciudadanía en general. Nos enfocamos en la participación activa, desde escribir cartas y artículos de opinión, trabajar con líderes electos y cívicos, hasta protestar en las calles, con un enfoque en abordar las necesidades sociales de manera efectiva. Esto incluye el  proporcionar acceso a servicios de calidad de la salud conductual. Al trabajar con personas en situación de pobreza, el LBHC tiene en cuenta el privilegio que conlleva el papel de ser profesionales de la salud y de la conducta, promoviendo sistemáticamente la detección, incorporación e intervención de los factores de riesgo social como parte del enfoque terapéutico.  Rechazamos solo decirles a las personas en comunidades marginadas lo que necesitan o deban hacer. Enfatizamos en cambio celebrar su diversidad y escuchar con atención las ideas creativas y las fortalezas presentes en sus comunidades. Ya sea en la clínica, a nivel comunitario, o al abogar por un cambio de reglamentaciones, las voces de las personas directamente afectadas están al frente y en el centro de nuestras palabras.

El cambio social y la justicia social conducen a individuos, familias y comunidades emocional, física y espiritualmente más saludables.



Hector Ayala

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